A lo largo de los años que llevo trabajando como psicóloga he podido observar el origen de muchos problemas psicológicos,
y esto me ha llevado a una conclusión ciertamente triste: “Las tumbas reciben y están llenas de corazones repletos
de amor”. Llenas de amor porque a las personas nos da miedo dar ese amor, o no sabemos o no podemos ofrecerlo mientras
vivimos. Amor que se lleva consigo al otro mundo porque no se ha vaciado,
compartido, regalado y disfrutado con otras personas, próximas y lejanas, en
esta vida.
Dicho de esta manera parece
difícil de creer, pero lo cierto es que la mayoría de personas que enferman
psicológicamente es porque están faltas de amor, carentes de ese afecto
imprescindible para vivir feliz, no lo han recibido o percibido como lo
necesitaban, y tampoco lo pueden dar y compartir con los demás.
Nos resulta más difícil decir un
halago, un cuánto vales, qué inteligente eres, qué bien has hecho las cosas,
cuánto te quiero, qué orgulloso/a estoy de ti, dar besos, abrazos… queremos,
pero tememos manifestarlo, o no sabemos expresarlo. Y, por el contrario, nos es
más fácil dar una regañina, un cachete, una desaprobación, un eres
bobo o tonto, u otra descalificación destructiva.
La carencia de amor produce
enfermedad mental, por el contrario, el amor previene la enfermedad y, también,
es la mejor medicina para curar una alteración psicológica si esta ha
aparecido.
Yo invito a exprimir el amor del
corazón cada mañana y que sea un regalo para dar y compartir, para uno mismo y para los
demás, y que los corazones lleguen vacíos a la tumbas, secos al otro mundo, porque
se ha dejado todo en este, en el que tenemos la suerte de vivir.
¡Por la salud mental… de todos!
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