Estamos
viviendo un momento social del derecho a la libertad de expresión, donde se
promueve que las personas digan y hagan lo que quieran, poniendo en primer
lugar a la persona, lo importante es ser y estar bien uno mismo, es pensar,
decir y hacer lo que uno desea. La prioridad es primero yo.
Sin embargo,
estas indicaciones, por otro lado importantes para alcanzar la autonomía y la
autoestima sana, pueden convertirse en un enemigo que acaben con el bienestar y
las buenas relaciones con las personas del entorno.
Cuando
escogemos el yo, yo, y el mí, mí, yo quiero, yo deseo, yo necesito, y mis
derechos, mi vida, mi satisfacción, podemos estar descuidando que el bien de
los otros forme parte de nuestro bienestar. “Mis hijos tienen que aceptar que
esta es mi vida” “mi pareja tiene que entender que soy libre y tengo que hacer
lo que deseo” “mis padres tiene que entender que yo hago lo que quiero y no
deben decirme nada” “mis amigos tienen que aceptar que yo tengo que ser libre y
poder decidir lo que me guste”…
¿Hacia dónde
nos puede llevar esta actitud? Si descuidamos pensar en el otro podemos
incurrir en dejar al otro en un estado de carencia de amor, en una anorexia
afectiva, si pensando en querernos descuidamos dar atención y afecto a los
otros estamos impidiendo, por un lado, que los otros reciban cariño y, por otro
lado, si no lo tienen no nos lo van a poder dar cuando lo necesitemos.
Esta actitud
de quererse solo a sí mismo desatendiendo al otro, contradice lo que es querer,
el amor hacia el otro, que significa respetarle, contar con él, cuidarle,
pensar en hacerle feliz, ser un compañero que le evita la soledad, que le
comprende, que le protege, a quien consulta las dudas, su confidente. Cuando
uno se olvida del otro comienza el camino del desamor, del desapego, de la
indiferencia, de la desolación…
Y esta
actitud favorecerá la formación de problemas psicológicos basados en carencias
afectivas. La mayoría de las alteraciones psicológicas tienen como base la
ausencia de cariño. Lo que hace enfermar a las personas mentalmente es la falta
de amor. Cuando un niño, adolescente o adulto siente que no es querido empieza
a desarrollar problemas emocionales.
Probablemente
la carencia de amor que más daño produce es la de los padres, pero un dolor
similar produce el no tener el cariño de un hermano, la ausencia de amor entre
la pareja... Cada día estamos viendo personas de menor edad con alteraciones
psicológicas porque no se sienten queridos como necesitan, parejas rotas por
falta de atención y cariño, padres que se sienten solos y tristes...
No sentirse
querido es causa de inseguridad, baja autoestima, soledad, desamparo,
depresión, ansiedad, fobias, adicciones… ¿En qué momento empezamos a queremos
solo a nosotros y dejamos de querer a los que están a nuestro lado, nos
cuidamos y nos ocupamos solo de nosotros y dejamos de cuidarles a ellos?
Debemos
reflexionar sobre el sufrimiento, el dolor y la enfermedad que genera la falta
de atención y cariño y de qué manera tan sencilla se puede prevenir: solo dando
cuidados y AMOR a uno mismo y a los otros.
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