Las numerosas rupturas de pareja que se producen cada año, por ejemplo en España (100.327 en 2013, según el INE) nos pueden llevar
a pensar que las separaciones y los divorcios suponen la mejor solución para
acabar con una convivencia que ha resultado conflictiva o vacía. Una vez tomada
la decisión, se piensa que se acaban los problemas y vuelve la tranquilidad. Para
muchas parejas esto es así, consiguen sus objetivos y empiezan una vida mejor.
Pero para otras muchas parejas la realidad es muy diferente. Al escuchar los
testimonios de personas sobre las consecuencias de la separación y divorcio, a
veces muy traumáticas, me he preguntado si la decisión de separarse o
divorciarse puede ser una solución paradójica. Según el diccionario, paradoja
es una contradicción, al menos aparente, entre dos cosas o ideas. Referido al divorcio, nos podemos encontrar que una persona que busca soluciones en la
ruptura con su pareja puede encontrarse con el efecto contrario, que el
problema se multiplique.
Muchas
personas que deciden separarse o divorciarse pretenden acabar con el
sufrimiento que genera una convivencia de pareja no satisfactoria y encontrar
una vida menos conflictiva y más beneficiosa. Sin embargo, existen muchas separaciones
donde no sólo no se encuentra esa paz, sino que la expareja y los hijos se enfrentan a mucho
sufrimiento y dolor como consecuencia de esa ruptura. Los conflictos no
desaparecen, sino que se cambian y los problemas, más que solucionarse, se
transforman. El problema que existía en la convivencia de la pareja se convierte
en otros muchos derivados de la propia ruptura, como la desolación, la soledad,
la baja autoestima, la culpa, una nueva convivencia conflictiva con los hijos, el síndrome de
alienación parental, los conflictos con la ex pareja por la custodia de los
hijos o el reparto de los bienes, además de problemas económicos y problemas de
salud, etc. tanto en la expareja como en los hijos como también queda recogido en diferentes estudios de investigación en este campo.
¿Quiere esto
decir que las personas no deberían separarse? No. En primer lugar porque, por
encima de todo, son personas libres para decidir sobre sus vidas y buscar una forma de vivir de mayor satisfacción y mejora de su bienestar. En segundo lugar porque, además, la
ruptura puede suponer, en algunos casos, determinados beneficios. Estudios de investigación ponen de manifiesto que el estrés producido por una convivencia
conyugal conflictiva puede ser tan angustiante para la pareja y sus hijos como una separación.
Pero sí sería
bueno considerar que la decisión de divorciarse no debería ser un proceso donde
se cambian unos conflictos por otros, o un estado de sufrimiento por otro de
características parecidas, sino que, la elección de una pareja de separarse
como forma de resolver sus conflictos debe ser una vía para alcanzar una
situación de mayor calidad de vida respecto a la anterior. Este sería el
objetivo a conseguir y para ello deben buscarse vías que les lleven al buen entendimiento para lograrlo. Hay que
tener en cuenta, que todas las investigaciones coinciden en que el mayor o menor impacto del
divorcio y posterior adaptación para la expareja y de los hijos estará en función de cómo sea el proceso
de
separación, de cómo se lleve a cabo la disolución de la pareja y la relación postdivorcio.
Para los hijos la separación o el divorcio de los
padres tendrá menos coste emocional y será menos traumático si se produce
dentro de un clima de entendimiento entre la expareja, sin conflicto y con bajo estrés, no abandonando los cuidados necesarios de los hijos, dejándoles libertad para relacionarse con su padre y con su madre y
excluyéndoles de cualquier culpa y desavenencias entre sus padres.
Para que la
decisión de separarse o divorciarse no resulte una solución paradójica, lo más óptimo
es buscar el consenso, el entendimiento, la buena voluntad, que prime el
bienestar de la expareja y de los hijos. La clave está en que los padres hagan el esfuerzo de construir una relación de cordialidad y colaboración en todo aquello que está relacionado con los hijos, siempre por el interés de los niños.
"El futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde" (Gabriela Mistral).
Recogido en mi libro "Parejas rotas, hijos heridos".