domingo, 31 de mayo de 2015

HABLAR DE GÉNERO



El término género se utiliza para diferenciar a los hombres de las mujeres: género masculino y género femenino. Para resaltar aquello en lo que somos diferentes. 

Cuando hablamos de género hablamos de un aspecto físico diferente producido por una combinación de genes XY, los hombres, XX las mujeres. Hablamos de una mayor cantidad de unas hormonas en los hombres y una mayor cantidad de otras hormonas en las mujeres.  También de unos más altos y de otras más bajas, de unos con mayor fuerza física y ellas con menor fuerza física y algunas otras funciones diferentes como la maternidad. En esto nos diferenciamos los dos géneros.

Pero la palabra género deja de tener sentido y queda totalmente borrada cuando hablamos de inteligencia, de aptitudes, de actitudes, de sentimientos, de emociones, de capacidad de amar, de necesidad de ser queridos. Cuando hablamos de dolor, de sufrimiento y, desde luego, cuando hablamos de la forma de nacer y de morir. En este otro mundo no existe el género, no hay diferencias entre hombres y mujeres.

Todos necesitamos de los otros, tener figuras de apego cerca y siempre, a lo largo de la vida. Necesitamos ser queridos, valorados, estar integrados con los demás, saber que cuando se necesita ayuda hay alguien dispuesto a dárnosla. Pero también necesitamos dar a los otros, estar dispuestos a ayudar a los demás, a proteger, a ser útiles dando lo mejor de uno mismo.

¿Dónde están aquí en este mundo de sentimientos y emociones las diferencias de género?.

Sería bueno asociar la palabra género a lo que nos une y no a lo que nos separa, para hablar de lo que necesita cada persona (sin género), para unir y no separar, para construir mejor que deconstruir, para sumar mejor que restar… en otras palabras para buscar el bienestar y la felicidad y ver que solo hay un género, el género humano, cuando se trata de los sentimientos, las emociones, el dolor, el amor, la búsqueda del bienestar físico y psicológico… y que lo demás es pura forma.


jueves, 28 de mayo de 2015

LA DESEADA LIBERTAD



Hoy estamos viviendo un momento social del culto a la libertad. A diario escuchamos reivindicar la libertad a poder expresarnos, a poder decidir y a poder actuar libremente, sobre todo aquello que concierne a nuestras vidas. Está demás decir, que no se puede tener libertad en todo, porque es necesario tener presente que la libertad de uno se termina donde empieza la libertad del otro y siempre habrá límites que se tienen que aceptar para poder convivir. Pero sí se debería respetar la libertad en aquellos aspectos de la vida de cada uno, si no se perjudica a nadie con ello, para hacer las cosas que son buenas para cada persona. Y aquí también hay que incluir a los niños.

Porque reflexionando sobre esta lucha por la libertad yo me pregunto ¿cómo se concilia este deseo y exigencia de libertad de las personas, con actos como prohibir a los hijos que se relacionen con su padre y con su madre, cuando sus padres están separados, saltándose el respeto y las necesidades de los niños? ¿Por qué no se hace extensible esta defensa de la libertad a los hijos, cuando es una relación buena, necesaria y además es un derecho?.

¿Por qué algunos progenitores no permiten a los hijos tener esa libertad para ver y hablar con su padre o su madre cuando lo necesitan o lo desean?.

¿Por qué a los niños se les usurpa la libertad de relacionarse con ambos padres, algo que no hace daño a nadie y, al contrario, sí les daña a ellos?. 

¿Estamos utilizando diferentes varas de medir para los adultos y para los niños?. Pongámonos en el lugar de los niños y reflexionemos sobre qué estarían haciendo con nuestra libertad, por no decir también, con nuestros sentimientos, emociones, derechos, y con nuestra vida, si nos prohibieran ver o hablar con alguno de nuestros padres, sin más, porque sí.

Querer bien a los niños es hacer aquello que es bueno para ellos
 


martes, 26 de mayo de 2015

El bullying produce mucho daño psicológico

El bullying o acoso escolar por parte de unos niños a otros produce un daño psicológico y un sufrimiento enorme a los niños acosados  hasta el extremo de poder llegar al suicidio como en el desgraciado caso de la niña Arantxa. En muchos casos tienen secuelas durante muchos años, de baja autoestima, de miedo, pesadillas,  muchas dificultades para establecer vínculos de relación, aislamiento social, soledad, depresión.  La mayoría de los niños lo callan por temor a sufrir mayor acoso y más represalias; otros lo cuentan en la familia pero prohiben a sus padres que lo digan por miedo.

Sin duda es en la familia donde se tiene que educar a los niños desde pequeñitos en la no agresión y en el respeto a los otros. Junto con el Colegio quien debe tomar medidas para detectarlo y frenarlo con contundencia, sin dilatarlo en el tiempo o pensando que se pasará y los profesionales apoyando y colaborando para que esto no ocurra.

El acoso se puede producir a cualquier edad. En muchos casos se puede iniciar en edades tempranas a los cuatro o cinco años por otros niños de la misma edad. Hay que pensar que a estas edades y otras mayores como los adolescentes, los niños  no tienen medida de sus actos y no conocen la importancia que pueden llegar a tener sus acciones porque no tienen ni la madurez ni el conocimiento para saberlo. Por ello debemos ser los adultos, la familia y el Colegio donde hay que  detectarlo para frenarlo y prevenirlo desde la infancia inculcando a los niños la convivencia sana, la no agresión a los otros y el respeto a sus compañeros y amigos.

sábado, 23 de mayo de 2015

LO QUE SERÍA BUENO CAMBIAR EN BENEFICIO DE LOS HIJOS



Cuando veo el sufrimiento de hombres, mujeres y de los hijos, cuando una pareja se rompe, solo puedo pensar que ante tanto dolor, el camino bueno es buscar un cambio positivo, un mejor entendimiento para evitar sufrir tanto. Creo que los hombres y las mujeres son buenos en sí mismos y además tienen los recursos suficientes para ser capaces de lograr hacer un cambio para estar mejor.


Pero lo que sí creo que es malo y se debe cambiar son los medios con los que se interactúa como son, la mala comunicación, la falta de diálogo, de respeto, de amor, de comprensión, de empatía, de consenso, el deseo de venganza, la ausencia de buena voluntad... Todos ellos se deben cambiar por más cordialidad, más empatía, comprensión, por el deseo de hacer el bien para facilitar el cambio, por el entendimiento, por ser honesto, por el amor a los niños, por conseguir la buena disposición y colaboración en la responsabilidad común que son los hijos, por el perdón, por el consenso, el sentido común, por cambiar para mejorar la calidad de vida…

Sería bueno que los padres mejoren aquellos medios que estén mal para que tengan una mejor comunicación y entendimiento especialmente en aquello que concierne a los hijos, para que puedan crecer sanos y tener lo que necesitan todos los niños, un padre y una madre con quien poder relacionarse libremente.


Estos cambios son igualmente buenos, valiosos y aplicables a las familias enteras
Querer bien a un hijo es hacer aquello que es bueno para él. De mi libro “Parejas rotas, hijos heridos”