jueves, 28 de mayo de 2015

LA DESEADA LIBERTAD



Hoy estamos viviendo un momento social del culto a la libertad. A diario escuchamos reivindicar la libertad a poder expresarnos, a poder decidir y a poder actuar libremente, sobre todo aquello que concierne a nuestras vidas. Está demás decir, que no se puede tener libertad en todo, porque es necesario tener presente que la libertad de uno se termina donde empieza la libertad del otro y siempre habrá límites que se tienen que aceptar para poder convivir. Pero sí se debería respetar la libertad en aquellos aspectos de la vida de cada uno, si no se perjudica a nadie con ello, para hacer las cosas que son buenas para cada persona. Y aquí también hay que incluir a los niños.

Porque reflexionando sobre esta lucha por la libertad yo me pregunto ¿cómo se concilia este deseo y exigencia de libertad de las personas, con actos como prohibir a los hijos que se relacionen con su padre y con su madre, cuando sus padres están separados, saltándose el respeto y las necesidades de los niños? ¿Por qué no se hace extensible esta defensa de la libertad a los hijos, cuando es una relación buena, necesaria y además es un derecho?.

¿Por qué algunos progenitores no permiten a los hijos tener esa libertad para ver y hablar con su padre o su madre cuando lo necesitan o lo desean?.

¿Por qué a los niños se les usurpa la libertad de relacionarse con ambos padres, algo que no hace daño a nadie y, al contrario, sí les daña a ellos?. 

¿Estamos utilizando diferentes varas de medir para los adultos y para los niños?. Pongámonos en el lugar de los niños y reflexionemos sobre qué estarían haciendo con nuestra libertad, por no decir también, con nuestros sentimientos, emociones, derechos, y con nuestra vida, si nos prohibieran ver o hablar con alguno de nuestros padres, sin más, porque sí.

Querer bien a los niños es hacer aquello que es bueno para ellos
 


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